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Septiembre recuerda a Pizarnik
Septiembre recuerda a Pizarnik
Noche
correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir
Flora Alejandra Pizarnik (1955). La tierra más ajena. Buenos Aires: Botella al Mar
Sueño
Estallará la isla del recuerdo.
La vida será un acto de candor.
Prisión
para los días sin retorno.
Mañana
los monstruos del buque destruirán la playa
sobre el vidrio del misterio.
Mañana
la carta desconocida encontrará las manos del alma.
A la espera de la oscuridad
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
Alejandra Pizarnik (1956, Reeditado en 1976). La última inocencia. Buenos Aires: Botella al Mar
La Carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Alejandra Pizarnik (1958). Las aventuras perdidas. Buenos Aires: Botella al Mar
1
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra
18
como un poema enterado
del silencio de las cosas
hablas para no verme
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
Alejandra Pizarnik (1962). Árbol de Diana. Buenos Aires: Editorial Sur
Poema
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
Amantes
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
Alejandra Pizarnik (1965). Los trabajos y las Noches. Buenos Aires: Sudamericana
Desfundación
Alguien quiso abrir alguna puerta. Duelen sus manos aferradas a su prisión de huesos de mal agüero.
Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. Llovió dentro de la madrugada y martillaban con lloronas.
La infancia implora desde mis noches de cripta.
La música emite colores ingenuos.
Grises pájaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema.
Vértigos o contemplación de algo que termina
Esta lila se deshoja,
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.
Alejandra Pizarnik (1968). Extracción de la Piedra de Locura. Buenos Aires: Sudamericana
Signos
Todo hace el amor con el silencio.
Me habían prometido un silencio como un fuego, una
casa de silencio.
De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.
Lazo
mortal
Palabras emitidas por un pensamiento a modo de
tabla del náufrago. Hacer el amor adentro de nuestro abrazo significó una luz
negra: la oscuridad se puso a brillar. Era la luz reencontrada, doblemente
apagada pero de algún modo más viva que mil soles. El color del mausoleo
infantil, el mortuorio color de los detenidos deseos se abrió en la salvaje
habitación. El ritmo de los cuerpos ocultaba el vuelo de los cuervos. El ritmo
de los cuerpos cavaba un espacio de luz adentro de la luz.
Alejandra
Pizarnik (1971). El Infierno Musical.
Buenos Aires: Siglo XXI
Alejandra
Pizarnik (Buenos Aires, Argentina 1936-1972). Nacida como Flora Pizarnik.
Es una de las poetas más importantes de Argentina, que realizó su obra en la
década del sesenta siendo una de las voces más representativas de esa
generación.
Permaneció como estudiante de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires hasta 1957, tomando cursos
de literatura, periodismo y filosofía, pero no acabó sus estudios.
Paralelamente tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas.
Lectora profunda de muchos y grandes autores
durante su corta vida, intentó ahondar en los temas de sus lecturas y aprender
de lo que otros habían escrito. Así se motivó tempranamente por la literatura y
por el inconsciente, lo que a su vez hizo que se interesara por el psicoanálisis.
Firmemente apolítica e influenciada en su lirismo
por Antonio Porchia, los simbolistas franceses, en especial Arthur Rimbaud y
Stéphane Mallarmé, por el espíritu del romanticismo, y por los surrealistas.
Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal
marcada por una insinuante imaginería. Sus temas giraban en torno a la soledad,
la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte. Su poesía se encargó de poner
en escena lo desgarrador del silencio creativo, abriendo una puerta para las
nuevas mujeres poetas, para trabajar sobre ese material.
Obras: La tierra más ajena (1955), La última
inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los
trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968), Nombres
y figuras (1969), El infierno musical (1971), La condesa sangrienta (1971), Los
pequeños cantos (1971), El deseo de la palabra (1975), Textos de sombra y
últimos poemas (1982), Zona prohibida (1982) (Poemas, muchos de ellos
borradores de piezas publicadas en Árbol de Diana, y dibujos), Prosa poética
(1987), Poesía completa 1955-1972 (2000), Prosa completa (2002).
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