Me encanta Dios

viernes, 17 de diciembre de 2010.

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de las manos.

Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida —no tú ni yo— la vida, sea para siempre. Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿que importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes. A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho —frente al ataque de los antibióticos— ¡bacterias mutantes! Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento. Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia —y se agita y crece— cuando Dios se aleja. Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy. A mi me gusta, a mi me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.


Jaime Sabines (1926-1999). Poeta mexicano, nació en Tuxtla-Gutiérrez, estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926. Estudió Lengua y Literatura Españolas, licenciándose en esta disciplina en 1949. Más tarde realizaría estudios de postgrado en la Universidad Autónoma de México. Sus dos primeros poemarios, "Horal" (1950) y "La señal" (1951); posteriormente publica "Adán y Eva" (1952), "Tarumba" (1956). En 1959 recibe el premio Chiapas que le otorga su estado natal en reconocimiento a su creación poética. Ya por entonces trabaja en la elaboración de dos obras que publicará poco después: "Diario semanario y poemas en prosa" (1961) y "Poemas sueltos" (1962). En 1964 obtiene una beca del Centro Mexicano de Escritores y al año siguiente forma parte del jurado del premio Casa de las Américas. En lo sucesivo y de forma bastante espaciada publica "Yuria" (1967), "Maltiempo" (1972), "Algo sobre la muerte del Mayor Sabines" (1973) y "Nuevo recuento de poemas" (1977).

En 1972 obtiene el premio Xavier Villaurrutia y a partir de 1976 hace una incursión en la política nacional, resultando elegido diputado federal por Chiapas, escaño que volvería a alcanzar en 1988 por el Distrito Federal. En 1982 obtiene el premio Elías Sourasky y en 1983 el premio Nacional de las Letras. En el año 1995 se publicó al inglés, en versión de W.S. Merwin, una recopilación de sus poemas bajo el título "Pieces of shadow: selected poems of Jaime Sabines".

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