Momentos poéticos de Juan Calzadilla

lunes, 17 de mayo de 2010.

Curso corriente


Uno no puede decir

si tuvo la suerte que se buscó

o si fue la suerte la que

se buscó a uno.

Aunque pudieran ser ambas cosas.

Tampoco puede alegarse

que uno corrió la suerte

porque a lo mejor fue la suerte

la que corrió a uno.

Aunque pudieran ser ambas cosas.

Y así

lo que llamamos curso

de los acontecimientos

no es sino el cauce

que el azar a sí mismo se abre.

Bien visto,

allí en el medio, flotando al garete,

van nuestras vidas.


La belleza


Rimbaud se jactaba de haber sentado

a la belleza en sus rodillas, y la época

no vaciló en considerar

tan osada confesión

como una hazaña de incalculables

proyecciones literarias.

Pero en estos momentos escépticos

en que el gusto ha proclamado

como verdad irrefutable de la estética

el que pueda coexistir

bellezas feas y aborrecibles

junto a las beldades por siglos y siglos

tenidas como tales,

yo me conformaría, por decir lo menos grave,

como sentármela a mi lado

y quedar con las manos y las rodillas libres

para, si me viera acosado,

intentar cuanto antes la fuga.


Epitafio


En mi entierro iba yo hablando mal

de mí mismo y me moría de la risa.

Enumeraba con los dedos de las manos

cada uno de mis defectos

y hasta me permití delante de la gente

sacar a relucir algunos de mis vicios

como si me confesara en voz alta.

Comprendo que esto no es usual en un

entierro

ni signo de buen comportamiento.

Un ciudadano cabal, aún si está muerto

-cuando es él el centro de la atención-,

debe guardar las apariencias

y cuidar de no exponerse el ridículo.


Directo al cielo

Pensaba que conduciendo a toda prisa

podría competir con el tiempo,

darle caza y vencerlo.

Pero ¿De qué le sirvió

al bólido de cuatro ruedas volar?

De todos modos la realidad

le dio alcance

y se le vino encima

propinándole

una marca

aún más imbatibles que el tiempo:


La muerte.


Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco-1931) Eximio representante de la poesía venezolana, dibujante, pintor y crítico de artes plásticas. Autor de los poemarios “Dictado por la jauría”, “Ciudadano sin fin”, “Oh, smog”, “Minimales”, “El fulgor y la Oquedad”, “Principios de Urbanidad”, “Tácticas de vigía”, “Bicéfalo”, entre otros.

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